jueves, 19 de septiembre de 2013


 El tema del ángel en artistas y escritores valencianos contemporáneos

Tanto en la literatura como en las artes el tema del ángel no ha perdido vigencia si bien, ya desde el romanticismo y a partir sobre todo de los modernos ismos, con la secularización y desacralización consecuentes, la imagen y el concepto del ángel, desprovistos de trascendencia, de su idealizada identidad tradicional o de su misma significación simbólica, han sido utilizados como expresión de determinados estados anímicos, emociones, sueños, anhelo de retorno a un paraíso perdido, etc

Parafraseando a A. Grün, los ángeles pueden acompañarnos espiritualmente en nuestro camino, nos hacen percibir un profundo deseo de trascedencia inherente en cierto modo a la condición humana.[1] Es por ello que la idea de los ángeles constituye con frecuencia una fuente de inspiración y unas reservas de energía para dar satisfacción a apremiantes aspiraciones necesitadas, hoy más que nunca, de respuestas profundas.

Rainer M.ª Rilke lo supo captar muy bien al no cesar de hablar de esos ángeles que intervienen no sin contradicción en nuestras vidas y Eugenio d’Ors vio en el ángel personal que nos acompaña durante el transcurso de nuestra existencia, junto al alma y el cuerpo, el tercer elemento constitutivo de la propia persona, determinante en la búsqueda de lo mejor de nuestro interior y a expresarlo en obras buenas, en la solidaridad y en la misma belleza artística.

Según el prestigioso filósofo italiano Massimo Cacciari, la figura del ángel, ser de mediación entre el cielo y la tierra, sigue siendo motivo de reflexión, inspira, conduce al misterio e intenta aclararlo con sus angelofanías, poniéndolo ante nuestra presencia con el poder “especulante” que le es propio. En palabras del propio profesor de estética, el ángel, al guiarnos desde las cosas visibles hacia las invisibles, constituye la figura de la “anagogia”, del “sensus anagogicus” que pertenece a la vida futura y a los objetos celestes.

Los ángeles  de Silvina Berenguer (Valencia, 1965) son ángeles actuantes que descienden del cielo, deambulan por la tierra transmitiendo mensajes de paz, sienten la nostalgia de su procedencia edénica o retornan al paraíso luego de haber derramado por doquier gracias abundantes. Herederos de los ángeles del simbolismo y del surrealismo, su muchacha-ángel que esgrime una espada, lejos de herir a nadie anuncia buenas nuevas como el fin de la violencia, el hambre o las guerras, en tanto los arcángeles de sus Anunciaciones expresan, con solo el gesto y la mirada sin palabras, el misterioso binomio espíritu-cuerpo inherente a la naturaleza humana. Custodios del alma y centinelas de luz, su inefable presencia catártica, enigmática, pero nunca inquietante, tranquilizadora más bien, inunda de mística serenidad paisajes oníricos de profundos horizontes impregnados de una iluminación crepuscular en los que predominan aterciopelados verdes, azules y malvas, una experimentación de colores planos especialmente idóneo para indagar en la atmósfera supraterrenal en donde se hacen presentes dichas angelofanías. Su Ángel de los días y las noches se yergue como un faro sobre la orilla del mar e, imperturbable y subyugante, inclina su brazo derecho ofreciendo con su mano abierta seguridad y protección. Como el ángel-giraldillo de la torre-campanario de la iglesia valenciana del Carmen, centinela, vigía y protector desde la altura en que se mueve, el poseer algunos de los ángeles de Silvina Berenguer, enigmáticos y sensuales, una sola ala acentúa su condición de seres misteriosos prestos a irrumpir benéficos, desde su imperturbable tranquilizadora quietud, al más imperceptible requerimiento.

Miguel Angel Catalá Gorgues. Ex director de Museos Municipales del Ayuntamiento de Valencia. Académico (Real Academia de Bellas Artes de San Carlos). Texto perteneciente al libro “Angeles y demonios en Valencia, su proyección socio-cultural y artística. Edita Real Academia Bellas Artes de San Carlos, Valencia 2013"


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