El
tema del ángel en artistas y escritores valencianos contemporáneos
Tanto en la literatura como
en las artes el tema del ángel no ha perdido vigencia si bien, ya desde el
romanticismo y a partir sobre todo de los modernos ismos, con la secularización y desacralización consecuentes, la
imagen y el concepto del ángel, desprovistos de trascendencia, de su idealizada
identidad tradicional o de su misma significación simbólica, han sido
utilizados como expresión de determinados estados anímicos, emociones, sueños,
anhelo de retorno a un paraíso perdido, etc
Parafraseando a A. Grün, los
ángeles pueden acompañarnos espiritualmente en nuestro camino, nos hacen
percibir un profundo deseo de trascedencia inherente en cierto modo a la
condición humana.[1] Es por ello que la idea de
los ángeles constituye con frecuencia una fuente de inspiración y unas reservas
de energía para dar satisfacción a apremiantes aspiraciones necesitadas, hoy
más que nunca, de respuestas profundas.
Rainer M.ª Rilke lo supo
captar muy bien al no cesar de hablar de esos ángeles que intervienen no sin
contradicción en nuestras vidas y Eugenio d’Ors vio en el ángel personal que
nos acompaña durante el transcurso de nuestra existencia, junto al alma y el
cuerpo, el tercer elemento constitutivo de la propia persona, determinante en
la búsqueda de lo mejor de nuestro interior y a expresarlo en obras buenas, en
la solidaridad y en la misma belleza artística.
Según el prestigioso filósofo
italiano Massimo Cacciari, la figura del ángel, ser de mediación entre el cielo
y la tierra, sigue siendo motivo de reflexión, inspira, conduce al misterio e
intenta aclararlo con sus angelofanías, poniéndolo ante nuestra presencia con
el poder “especulante” que le es propio. En palabras del propio profesor de estética,
el ángel, al guiarnos desde las cosas visibles hacia las invisibles, constituye la figura de la “anagogia”, del
“sensus anagogicus” que pertenece a la vida futura y a los objetos celestes.
Los ángeles de
Silvina Berenguer (Valencia, 1965) son ángeles actuantes que descienden del
cielo, deambulan por la tierra transmitiendo mensajes de paz, sienten la
nostalgia de su procedencia edénica o retornan al paraíso luego de haber
derramado por doquier gracias abundantes. Herederos de los ángeles del simbolismo
y del surrealismo, su muchacha-ángel que esgrime una espada, lejos de herir a
nadie anuncia buenas nuevas como el fin de la violencia, el hambre o las
guerras, en tanto los arcángeles de sus Anunciaciones
expresan, con solo el gesto y la mirada sin palabras, el misterioso binomio
espíritu-cuerpo inherente a la naturaleza humana. Custodios del alma y
centinelas de luz, su inefable presencia catártica, enigmática, pero nunca
inquietante, tranquilizadora más bien, inunda de mística serenidad paisajes oníricos
de profundos horizontes impregnados de una iluminación crepuscular en los que
predominan aterciopelados verdes, azules y malvas, una experimentación de
colores planos especialmente idóneo para indagar en la atmósfera supraterrenal
en donde se hacen presentes dichas angelofanías. Su Ángel de los días y las noches se yergue como un faro sobre la
orilla del mar e, imperturbable y subyugante, inclina su brazo derecho
ofreciendo con su mano abierta seguridad y protección. Como el ángel-giraldillo
de la torre-campanario de la iglesia valenciana del Carmen, centinela, vigía y
protector desde la altura en que se mueve, el poseer algunos de los ángeles de
Silvina Berenguer, enigmáticos y sensuales, una sola ala acentúa su condición
de seres misteriosos prestos a irrumpir benéficos, desde su imperturbable
tranquilizadora quietud, al más imperceptible requerimiento.
Miguel Angel Catalá Gorgues. Ex director de Museos
Municipales del Ayuntamiento de Valencia. Académico (Real Academia de Bellas
Artes de San Carlos). Texto perteneciente al libro “Angeles y demonios en Valencia, su proyección socio-cultural y artística. Edita Real Academia Bellas Artes de San Carlos, Valencia 2013"
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